Me gustaría hablar en la entrada de hoy sobre Phineas y Ferb y, más en concreto, sobre los inventos que este par de hermanos llevan a cabo durante el transcurso de cada uno de los capítulos. Bien, son dos niños de una edad comprendida entre los 10 y los 12 años, no puede ser que vayan todo el día con la taladradora en la mano para construir una montaña rusa en el jardín de su casa. No, es improbable, aunque bien, podría ser que fueran niños superdotados o, mejor aún, familiares directos del de Bricomanía. Pero no. Son simplemente niños que aprovechan el tiempo que no están sus padres en casa, que es mucho por cierto, para hacer diabluras. Ya sabéis, desde máquinas del tiempo, pasando por circuitos de carreras hasta dar vida a robots gigantes, y todo esto sin salir de la parcela de donde viven. Absolutamente surrealista. Y no me vale que son dibujos, que con los dibujos para niños se pueden hacer maravillas sin recurrir a esto.
Y qué decir de la hermana de estos dos. Una adolescente enamoradiza que no tiene mayor obsesión en la vida que chivarse a sus padres de todo cuanto hagan los Leonardo da Vinci de sus hermanos. A todo esto tienen a un ornitorrinco como mascota que, cuando sus dueños no le ven, se convierte en espía de la CIA y su misión consiste en desbaratar los malvados planes del doctor Heinz. Sin comentarios.
La serie es divertida en el momento en que asumes que nada de lo que vas a ver tiene sentido, pero pensándolo mejor, ¿quién prefiere el sentido común a la imaginación?
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